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Los artistas de la galería Matilde Bensignor

Por Laura Batkis (*)

Hace un tiempo Matilde me llamó para contarme su proyecto de abrir una galería de arte en su casa. Con una larga trayectoria en la gestión cultural, sentía ahora la necesidad de generar un lugar de encuentro entre el público y los artistas, en un sitio más íntimo que un local a la calle, para que sea un espacio social de reunión y debate cultural. Reunirse para conversar, para paliar la soledad de estos tiempos individualistas y globalizados intentando poner en práctica el concepto ampliado del arte de Joseph Beuys cuando el artista alemán escribe que : “El propio concepto de arte se amplía y ya no atañe únicamente a la actividad de pintores, sino que concierne a todo el trabajo humano. En la práctica, esto quiere decir que toda persona activa debería aprender igualmente una nueva disciplina artística, la escultura social. Un arte social quiere decir cultivar las relaciones entre los hombres. Sólo entonces superaremos la crisis”. De eso se trata el proyecto de Bensignor, hacer arte, intercambiar ideas, cultivar las relaciones humanas. Para ello, pensó en mezclar generaciones para que artistas emergentes puedan dialogar con otros ya consagrados. El sentido es siempre el camino que se va a recorrer, y en ese andar, Bensignor intentó que ese camino siguiera el sentido de su emoción, el afecto y la razón de lo que considera más interesante. Una emoción razonada fue la base de la selección de este plantel. Clorindo Testa empezó su trayectoria a fines de los años 50 con sus cuadros blancos y negros en una línea de abstracción sensible. De a poco, sus trabajos fueron adquiriendo una matriz conceptual, en la que prevalece la investigación histórica como el disparador para sus instalaciones y pinturas, en las que documentación auténtica y ficción apócrifa se entraman un laberinto borgeano. Luis Wells integró el grupo informalista con sus primeros ensamblajes y objetos. En los años ’60 realiza sus célebres cielorrasos con superficies curvas en los techos de las casas de Giesso y Romero Brest, entre otros. Vivió en Londres y en Nueva York donde incursionó en el diseño y realizó sus juguetes (Toys). En sus pinturas actuales grafismos y siluetas simples adquieren los rasgos de pequeñas figuras, que proyectan su sombra en estructuras macizas y geométricas. Carlos Gallardo denuncia y señala uno de los males más crueles de nuestra época: el desamparo, la soledad y la búsqueda de paraísos artificiales en la droga, los ácidos y toda una parafernalia de nuevos químicos que han sofisticado la industria de la adicción. En la pulcritud de sus instalaciones de resina, el espectador camina y ve por transparencia jeringas. Un espectáculo en el que el artista se aproxima al tema logrando en el espectador la ambigüedad de atracción y rechazo, las dos caras del deseo.

El lenguaje pictórico de Marcia Schvartz puede unirse a una tradición del arte argentino ligada al expresionismo figurativo. Esto ubica a su pintura en una línea que la emparenta con el realismo social de Berni y el grotesco de las imágenes de Pablo Suárez . En un breve recorrido por su trayectoria artística, se puede identificar la serie de los retratos, que comienzan durante su exilio político en Barcelona, donde permanecerá siete años. Cuando vuelve a Buenos Aires en 1984 documenta la sordidez decadente del under porteño, poblado de travestis, actores y músicos de rock, así como los camiones y escenas urbanas del Abasto, donde instala su casa taller. Le siguen los morochos y las indias, en un interesante viraje estético, cuando se libera de la precisión del modelo vivo y rescata un mundo onírico que la ubica en un planteo simbolista. Entrando en la década del ‘90, realiza sus paisajes del norte, los paisajes con lana y más recientemente las cajas de luz y la serie de las tangueras en carbonilla sobre arpillera.

Cuando uno piensa en los años 60, en el Di Tella, y el flower power, con sus consignas de amor y paz, inevitablemente se asocia ese fervor con Edgardo Giménez. Artista polifacético, no solamente pintó sus candorosos cuadros con arco iris, sino que realizó junto con Dalila Puzzovio y Carlos Squirru una de las primeras intervenciones urbanas del país en 1965, al colocar un cartel en la esquina de Florida y Viamonte, ¿”Por qué son tan geniales”? Proyectó la Casa Azul de Marta y Jorge Romero Brest, entre sus múltiples obras arquitectónicas, instalaciones de discotecas, objetos diseñados como muebles, jarras de loza, individuales y lámparas, realizó escenografías para películas, body art pintando los cuerpos de Moria Casán y Felisa Rocha y también diseño gráfico. En sus obras más recientes, el artista usa el concepto del juego en el arte. Sus cajas son estructuras geométricas con líneas de tensión donde se escenifican situaciones que tienen la belleza extraña de lo “maravilloso” que proclamaba Breton en su Manifiesto del Surrealismo. El artista sigue la tradición de Joseph Cornell, del objeto Dadá y del assemblage. La misma situación lúdica se repite en sus laberintos pintados, que reiteran el módulo minimalista de sus objetos escultóricos.

También Renata Schussheim es una artista integral. Sus pinturas con mujeres sensuales y flores habitan un ambiente que tiene un tono surrealista y escenográfico. Porque el teatro está muy asociado a esta artista. Realiza vestuario para producciones teatrales y coreográficas. Embellece y engrandece el ballet de Oscar Araiz en cada una de sus intervenciones. La escenografía, la ambientación y los objetos diseñados son junto a su producción pictórica un todo que la acerca en su concepción de obra de arte total a los ideales de la Bauhaus. Entre los más jóvenes, Nancy Bensignor pinta sus paisajes urbanos de extrema soledad, con una paleta de grises que tornan sus imágenes en lugares de tránsito espectrales, en los que la extrañeza metafísica es más extrema por la ausencia de figuras humanas. Alejandro Ongay reinterpreta la historia del arte y la cultura en general, tomando con cierta ironía y humor figuras prototípicas como el cuadro “Sin pan y sin trabajo” de Ernesto de la Cárcova, pero transformado en comic, con personajes de historieta en un estallido de color que lo acerca a la tradición del pop art. Analía Zalazar arma sus cuadros con citas y apropiaciones de los dorados de Gustav Klimt, en los que círculos y líneas flotan sobre superficies de placer. En sus trabajos más recientes, la artista realiza cuadros-objeto con entramados de telas transparentes superpuestas en la que escenas que parecen paisajes acuáticos o bosques van construyendo la imagen.

Estos son los nueve artistas con los que hoy se presenta la galería Matilde Bensignor. En el texto de presentación de su nuevo espacio, esta incansable hacedora, reflexiona, “Planté una semilla y creció un bosque. Parí dos hijas y de ellas, nacerá un pueblo. Escribí un libro y se asoman cientos de historias, de mieles y milagros”. Esperemos que el arte sea un nuevo semillero de ideas, confrontaciones, diálogos que nos brinden la posibilidad de estar juntos pensando en comunión para realizar una actividad colectiva, resistiendo en equipo el desamparo de estos tiempos violentos.

(*)La autora es Licenciada en Historia del Arte (UBA), docente, crítica de arte y curadora independiente.